En él se supone que controlamos a familias aristócratas en pugna por tener una mayor influencia en la Europa medieval-moderna. Lo de siempre, uso intensivo de pegamento para el tema. Al abrir la caja nos encontramos con una de las grandes obviedades del juego, y es que es muy bonito. Un bellezón en cuanto a componentes. De hecho supongo que a los que lo hemos seguío desde su lanzamiento lo que nos engatusó fue su estética.
Aunque sea un juego de dados (es decir, con mucha suerte) tendrás que jugar adecuadamente y priorizar opciones. No te convendrá ir por números que estén siendo disputados por varios jugadores. Y es que me he dejado en el tintero reglitas como que cuando un jugador consigue completar un número, lo cierra, y todos los peones de otros jugadores vuelven a sus dueños.
Los jugadores asumirán el control de una banda de malhechores que busca enriquecerse todo lo que pueda a costa de la llegada del ferrocarril al pueblo, que trae gentes y con ello dinero. Pinta bien verdad: si todo lo que sea dar tiros y hacer el malote nos gusta. Los componentes del juego son bastante buenos. Un tablero de calidad, un montón de tokens de cartón de diferentes tamaños, cuantiosas losetas, e incluso dados al estilo far west.
A veces parece que el destino jugón no quiere que topes con un juego, por más ganas que tengas, y resulta que cuando consigues jugarlo se te queda una cara exagerada de bobo. Ninguno de los jugones con los que comparto mesa se lo compraba, ni siquiera cuando el juego pasó a estar a un precio escandalosamente apetitoso.
El inserto es una monería. Me encantan los insertos en los que vienen componentes del juego (ya sean cartas, tablero, el aspecto de una partida,...) reflejados. Las reglas del juego se explican en un santiamén. Tan fácil de jugar como su predecesor; si no, fijaros en que las reglas ocupan literalmente dos hojitas. Y ahora vayamos al juego en sí.
Es una alocada carrera de ranas sobre un estanque; pero no ranas cualquiera: ¡caballeros rana! Para ganarse el favor de la princesa Water Lily y sus hermanas, quienes se van a casar y podrán obtener a su príncipe después del pasteloso besito al anfibio. Tema pegado; aun así, es gracioso debido a lo bien que acompañan los componentes.
No es ningún juego nuevo. Es un party-game que se ha ganado el corazón de muchos jugones (y entre ellos el mío) desde que salió al mercado, y gran parte de la culpa la tenían esas maravillosas ilustraciones. ¡Me parecen impresionantes! Claro está que se nota que son de otro autor. Hablar de las diferencias gráficas-dibujiles me resulta bastante complicado.
La caja del juego tiene un tamaño que me parece inusual para esta editorial. Es cuadrada, y mediana. Y una vez más, como Queen Games nos suele acostumbrar, trae aire, muchiiiisimo aire. Duele especialmente porque este juego cabría en una caja bastante pequeña. El inserto será todo lo gracioso que uno quiera, pero lo dicho, que tiene aire como pa llenar tres colchonetas de playa.
Los componentes del juego, muy buenos, tal y como nos acostumbra Queen Games (aunque ya sabemos que esto trae consigo un precio elevado). Os recomiendo a todos que le déis una oportunidad. Y eso que soy consciente de que este juego ha estado envuelto en polémica desde que salió. Aun así, no olvidemos que es un juego familiar, las partidas son livianas.
En cuanto a componentes, muy bonitos (y obviamente, encarecen el precio del producto). ¿El tema del juego? Una vez más, pegado. Se supone que cada jugador representa a una tribu que intentará ser la que sobreviva y alcance la gloria en la mítica tierra de Aztlán. Dicho esto, apreciaréis ya desde la portada del juego que se ha optado por darle una estética "a lo maya-azteca".
¿Los componentes del juego? Pues buenos, correctos. Tampoco es que el juego tenga una gran cantidad de componentes. Trae más bien poquilla cosa, pero lo que trae es bueno; un tablero, cuantiosos cubitos en cinco colores, unas losetas circulares (las fichas de bonus) de cartón, y los cinco tablerillos individuales (de muy buen cartón).
Los componentes del juego vienen en una caja cuadrada. Y trae mucho, mucho aire. Trae ochenta y ocho cartas objetivo, una bolsa de tela para los veintitrés tokens de cartón, una bolsita con cincuenta quecos (legiones romanas), doce cartones recompensa (que son los que se colocarán en el centro de la mesa), y una libreta llena de hojas para las puntuaciones a final de cada partida.
¿Los componentes del juego? De bastante buena calidad. Un tablero rectangular de buen grosor, losetas muy correctas, cubos de madera, cartas tamaño mini euro adecuadamente ilustradas y billetes para el dinero, que sin duda son lo peorcillo de la edición, al ser un poquillo frágiles. Aunque como podéis ver, no es un juego de colores vivos.
Como veis, este juego tiene bastante solera. De hecho, el juego salio por primera vez con otro títutlo, aunque poco después se le adaptaría el tema y el título al que hoy nos toca. En cuanto a la estética de las cartas, se ha dicho de todo la verdad. Para mi gusto, son algo sobrias, pero no son desacertadas. ¿Que podrían haber sido más bonitas? Por supuesto, no lo dudo.
Asistimos a un nuevo cambio sustancial en las ilustraciones. En cuanto al estilo de las ilustraciones, vedlo por vosotros mismos. Cartas muy, muy bonitas, que chocan de lleno con los colores y estilo empleados en la expansión anterior. A mi modo de ver, esta expansión es una especie de acercamiento a los dibujos del original.
Al abrir la caja del juego, que por cierto es muy cuca, veremos un tablerillo (impreso a doble cara), cartas, tokens de cartón, cubitos en cinco colores, y el manual de reglas. Pues en este juego no han perdido tiempo siquiera en hacernos una introducción a un mundo ficticio ni nada por el estilo. Aquí cada jugador intenta extender sus ejercitos (sí, los cubitos) todo lo que pueda por el mapa.
El juego se juega a tres rondas. En cada una, cada jugador recibirá un encargo, un edificio a construir. Y lo iremos construyendo secretamente, detrás de una pantalla. Cuando acaba cada ronda, será el momento de revelar nuestro edificio y puntuarlo, y es que cada edificio puntuará de una forma según qué materiales hayamos usado y cómo.
Al abrir la caja (de tamaño cuadrangular) nos encontramos con un tablero (impreso a doble cara, es decir, dos mapas), un montón de losetas dobles, y las carismáticas pagodas; templos que cada jugador intentará colocar en el mapa. Se supone que tenemos que extender nuestro poder político-militar por las diferentes provincias del gigante país asiático.
Para mí es el típico juego que, una vez palpados los componentes, piensas "debe valer X", y después te sorprendes gratamente al comprobar que vale unos cuantos euros menos. Volviendo a los componentes: un tablero rectangular; moneditas de cartón, cinco dados de colores, los carismáticos camellos,... Aunque el componente estrella del juego no es otro que el de la pirámide.
Muy buena calidad, algo que se disfruta pero que obviamente ha encarecido el precio del juego. Cabe decir que la caja trae cuantioso aire, realmente es de esos que cabría en una cajita mucho más pequeña, ya que el juego, en materiales, sólo se compone de un mazo de cartas, diez pequeños cartones gruesos, y los tazos, el componente estrella del juego.
Desde luego que sí que consigue crear una atmósfera totalmente diferente a lo anterior visto. Esta vez te vienen en una incomodísima caja (viva el aire) rectangular de cartón duro, en lugar de las habituales y pequeñas cajitas de cartón fino. Totalmente innecesaria esta caja. El estilo del nuevo ilustrador queda más que patente.
Estamos ante un juego de pocos, muy pocos componentes. Éstos son: una baraja de sesenta cartas, dividida en cuatro palos (diamantes, corazones, tréboles y picas), ciento diez diamantes blancos, veinticinco diamantes rojos, seis pantallas (una para cada jugador), seis cartas de ayuda (una para cada jugador) y el manual de reglas.
Muy buena calidad la verdad. El juego viene en una caja cuadrada. Y sí, con bastante aire. En cuanto a los componentes, son un tablero cuadrangular bien grandote, cubitos de madera en cinco colores (y no los habituales), tokens de cartón de diferentes formas y colores, y cartas de dos tipos. Es un juego de mayorías y control de áreas.
El juego es un abstracto como un castillo de grande. No obstante, es de esos juegos al que (en mi opinión, claro está) han tenido todo el arte del mundo escogiéndole un tema, ya que genera buen cachondeo, o al menos eso ha pasado en las partidas que le he jugado. En resumen, me parece una buena adquisición. Triunfará sí o sí cuando se juegue con un público joven.