Cada partida es un salto en el que dispondremos de una cantidad determinada de unidades de tiempo para resolver un caso; si se nos agota el tiempo, o todos morimos en el intento, deberemos volver a la base y empezar de nuevo. En cada salto debemos elegir el receptáculo en el que nos vamos a introducir, adquiriendo las cualidades de nuestro receptáculo.
En tu turno tomas una tarjeta en la que te encontrarás ocho palabras. Tus compañeros de juego te indicarán qué número de palabra debes interpretar. Puedes utilizar todas las cartas que quieras, moverlas, o tapar parte de ellas, pero no puedes emitir ningún sonido, ni por supuesto dar más pistas que la que se te indica en la tarjeta.
Comenzamos la partida con una ficha individual, en ella se encuentra representado el plano de la casa y una lista de posibles armas del crimen así como todos los sospechosos y sus posibles móviles. Igualmente se nos reparten una serie de cartas de un mazo previamente preparado específicamente para el caso. En cada turno el jugador activo podrá solicitar intercambiar cartas que contengan información.
En este título nos metemos en la piel de unos aventureros que se adentran en un dungeon en busca de tesoros. El problema es que en dicho dungeon vive un dragón que periódicamente sale a cazar por lo que debemos ser muy cuidadosos con el ruido que hacemos, puesto que el aventurero más ruidoso será el que más probabilidades tenga de ser herido por el dragón.
Nos encontramos ante una caja llena hasta arriba de componentes, sobre todo cartas, pero también un buen puñado de tókens, recursos de plástico (barriles de cerveza y lingotes de oro) y un tablero. Todo el material es de buena calidad y con un arte muy llamativo. Desplegado en mesa ocupa mucho espacio ya que además del tablero con todas las cartas disponibles para compra tendremos que disponer de espacio para desplegar nuestra aldea.
Los componentes del juego son de buena calidad. Visualmente reproduce la misma estética que ya conocemos en la versión digital, nada espectacular pero suficiente para ambientarnos. En el juego comenzamos localizados en un país concreto y con unas capacidades de transmisión, propagación y letalidad muy discretas. Nuestra misión a lo largo de la partida es conseguir mejorar esas capacidades.
A lo largo de la partida ampliarás tus dominios solapando cartas que previamente tendrás que adquirir en una puja. Como en todo juego de construcción de ciudades obtendrás puntos al final de la partida en función de los terrenos presentes en tu ciudad. Las casillas de vivienda te darán un punto cada una, pero sólo las del barrio más grande.
Desde el punto de vista de los componentes el juego es impecable. Cartas y cubos de gran tamaño, cubiletes para organizar las especias, no falta un detalle. Como jugón de culo duro que soy, os diría que está sobreproducido. A mí me hubiera gustado una producción como lo que es, un juego de cartas. De esta manera costaría y ocuparía la mitad.
En cuanto a mecánicas, el juego es muy sencillo, se explica literalmente en un minuto. Al comienzo del turno del jugador todos los participantes tiran sus dados y cobran el resultado de la tirada (puntos, oro, trozos de luna o trozos de sol). Después el jugador en turno cobra el beneficio de alguna carta comprada previamente y realiza una acción.
El juego consta de dos fases, día y noche. En la fase de día tenemos una mecánica de colocación de trabajadores, con una vuelta de tuerca bastante interesante, durante la cual recopilaremos recursos. En la fase de noche utilizaremos esos recursos para alimentar a nuestros fieles seguidores y construiremos nuevas habitaciones y utensilios.
Se ajusta a lo requerido para la ocasión, un eurogame familiar con reglas sencillas. En nuestro turno podemos realizar tres acciones: recolectar recursos, construir cabañas o construir templos. El tablero de juego representa la montaña y sus terrenos adyacentes. Todo está dispuesto de forma circular. La mecánica para recolectar recursos es bastante curiosa.
Caja pequeña con un mazo de cartas cuadradas y un troquel con los marcadores de puntuación. El interior de la caja tiene forma de pirámide invertida para que vayas dejando el mazo de descartes y la tapa se convierte en el tablero de puntuación. Muy bonito todo, con unas ilustraciones desenfadadas que le dan un punto muy chulo al juego.